Como cada nuevo sol
de azul llegó a despertarla.
Como cada nuevo sol
ella se engalanó de alba.
Su abanico de cortejo,
con aroma a rumbo firme,
abre y cierra tras los cedros.
Pasos de tacón de aguja
que aran sin parar el huerto,
nesciente de su ventura,
sabedora de su precio.
Quiere beber de su anhelo
debajo de sus cimientos
y en su corazón casquero.
Le va encantando con borlas,
le va azuzando el empeño,
y una arpadura en la sombra
hace que baje del techo.
¿Por qué le diste corteza?
¿por qué embaucaste su seso?
pero ella nunca contesta.
Obscuro manto de tarde
lacera la despedida,
en el roto pone un parche
y una lágrima en la herida.
Hoy no supo pagar finta,
le ha podido el desconsuelo,
el día traerá reverencia.
Y atrás queda tras su reja,
mientras se aleja aquel nombre,
rebotado en su cabeza,
la del kilómetro once
Anthronio
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